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domingo, 14 de junio de 2020

Coronavirus y toma de decisiones

Imagínense si el Jefe Brody después de cerrar las playas de Amity Island aquel verano del 75, después de prohibir el baño, después de alejar a los turistas y, por tanto, de arruinar el comercio local, se hubiese equivocado y el tiburón nunca hubiese aparecido.
Imagínense si Pierce Bronan después de alertar a los habitantes de Dante´s Peak de la inminente erupción del volcán, después de hacer huir a todos de sus casas, no hubiese habido erupción alguna.
Los dos héroes, los dos protagonistas, hubiesen pasado a ser los “malos” de la película.
Cuento esto porque en esto de las medidas a adoptar ante una posible emergencia/catástrofe se simplifica mucho.
Vaya por delante que no voy a gustar o convencer ni a unos ni a otros, porque este “cuadro” no es blanco o negro, sino de matices grises.
Para empezar deberíamos echar la vista atrás para comprender la tardía respuesta (no sólo) en nuestro país:
En el 2008 el mundo se aterrorizó con la Gripe A. Se anularon eventos en todo el mundo y los gobiernos se lanzaron a la compra de millones de vacunas… la pandemia nunca llegó (que viene el lobo).
Desde entonces, periódicamente, aparece una amenaza similar tanto en preocupante como en la falta de consecuencias (que viene el lobo, que viene el lobo).
Y llega el Coronavirus-19 y todos (repito, todos) pensamos que eso quedaba muy lejos y que sería otro “que viene el lobo”.
Un segundo factor que explica cómo estamos es que aquí todos somos “entrenadores de futbol” que saben los fallos que cometió el equipo durante el partido y cómo se hubiese evitado. Y es que “a toro pasado” se suelta aquello de “ya lo decía yo” con mucha facilidad. En España somos expertos en críticas destructivas, sin ser consciente que la gestión de una emergencia, de una catástrofe, es sumamente difícil (cuanto más si lo hacen incompetentes o, peor, soberbios).
Todo esto no quiere decir que un gobierno asesorado (lo que quiere decir que hace caso) por los mejores expertos (plural), esos que dicen las cosas como son y no como se quieren oír; no hubiese “cerrado las playas ante el peligro de un tiburón”.
Así las cosas, hasta ahora hemos anotado un par de variables que pueden explicar la situación en la que nos encontramos: la historia del lobo y la existencia de muchos entrenadores y pocos jugadores.
Sigamos sumando. Hagamos autocrítica, estamos como estamos por nuestra culpa: gente que se cree más lista que nadie, esa costumbre/inercia de burlarse de las leyes, esa necesidad de abrazarnos, esa inconsciencia de viajar, ir a un mitin político, un partido de fútbol o una macromanifestación a pesar de que ya se hablaba de infectados y muertos (“la culpa la tiene el gobierno que no los prohibió”). Si, nosotros mismos, nuestras costumbres, nuestros valores (no confundir con ideología), nuestra educación. En España tenemos la costumbre de hablar de valores, pero éstos, como la velocidad que se demuestra andando, se demuestra actuando. ¿Quién tiene la culpa del vecino que se pasa el confinamiento por el forro?, ¿quién tiene la culpa del comerciante que te atiende sin mascarilla?, ¿quién tiene la culpa de que algunos jóvenes hagan una fiesta en su casa con música y escándalo incluido?... pues el que se llena la boca de valores pero no denuncia al vecino, no llama la atención al que va por la calle sin mantener la distancia de seguridad, el que sigue comprando en la tienda en la que le atienden sin guantes ni mascarilla.
Y ahora acudamos a Napoleón. Se dice que en un momento de la invasión de España, viendo como luchaban los españoles exclamó: “Con soldados españoles y generales franceses conquistaría el mundo (o algo así)”. En el Cantar del Mio Cid aparece el verso «Qué buen vasallo sería si tuviera un buen señor a quien servir.» y eso también nos falta: Contar con lo que los psicólogos sociales llaman un “líder auténtico” que es aquel que se conoce bien a sí mismo, busca la transparencia en las relaciones, muestra un eficaz procesamiento de la información para la toma de decisiones y mantiene un comportamiento coherente con sus valores y principios personales. No se molesten en buscar.
En situaciones extremas que no permiten dilaciones, se precisa alguien en quien creer, alguien que nos exija porque es capaz de exigirse.
La suma no ha acabado. Quizás lo peor de cómo están transcurriendo las cosas es esa guerra que estamos manteniendo todos en las redes sociales cuyo objetivo es derrotar al otro, al que no opina igual, aunque para ello usemos noticias falsa o censura de las noticias ciertas. Volvemos al blanco o negro.
Otro de los aspectos maléficos de nuestra situación (social, nacional, europea, mundial) son los cambios de decisiones y la acumulación de normas, decisiones y leyes, que se anulan o cambian en breves espacios de tiempo.
En democracia existe un principio casi olvidado “pocas normas que se hagan cumplir siempre”. Y aquí nos hemos dedicado a sumar (multiplicar) normas complejas que son difícilmente controlables.
Pero quiero que no se olvide que creo firmemente que cualquier decisión es sumamente difícil y seguramente rechazada por el simple hecho de quien la diga. Porque en España somos mucho de no preguntar qué se ha dicho, sino quién lo ha dicho para posicionarnos.
Quizás por todo ello, los antiguos romanos (que debían ser más listos o cívicos que nosotros) cuando se enfrentaban a una situación difícil y apremiante cambiaban su sistema de senado por el de dictadura (no se echen las manos a la cabeza). Esto, trasladado a nuestros días , podría traducirse en una tecnocracia o en un gobierno que cuente con todos los demás, no para aprobar sus propuestas, sino para realizarlas conjuntamente.
Otro asunto es que somos un pueblo especialista en echarnos mierd… encima. No necesitamos a los ingleses para que se escribiera nuestra leyenda negra, para eso estaba fray Bartolomé de las Casas, para escribir sólo y de forma desmesurada lo que habíamos hecho mal. ¿Alguien sabe si los americanos tuvieron un personaje similar que escribiese mal sobre el trato a los indios norteamericanos? Dejo para los historiadores recordarnos las barbaridades realizadas por imperios y naciones sobre otros y que se han callado o se han vanagloriado por sus descendientes.
Aquí de esta situación, en las generaciones venideras, sólo se recordará lo mal que lo hicimos y no los pequeños aciertos y, seguramente, los compararemos con lo bien que lo hicieron los de fuera, que también supongo habrán tenido sus fallos.
Nos olvidaremos de Ifema y recordaremos los tests defectuosos (de eso habrá que pedir explicaciones y responsabilidades).
Me gustaría acabar con un párrafo de Rafael Del Águila :
Ya lo dijo quien sabía de estas cosas: un muerto es una tragedia, un millón una estadística (Stalin). Y dado que <<las estadísticas no sangran>> (Koestler, 1961,88), debemos cuidar por nuestra cuenta de no olvidar el dolor humano concreto y real que esas cifras reflejan y ocultan al tiempo (pag. 16)
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Estadística para tontos. Osea, para mi.

Para los que TAMPOCO entendéis las estadísticas.
Os informo que que estoy subiendo a mi canal de Youtube unos vídeos que forman un curso que se llama "Estadísticas para tontos". Se llama así porque se basan en los apuntes que me he ido haciendo a lo largo de estos años para intentar enterarme de cómo usar esta parte de las matemáticas en mis investigaciones.
Así que, si como yo, no os enteráis de las estadísticas y las necesitáis para vuestros trabajos, podéis entrar en m canal (Juan Manuel Fernandez Millan (https://www.youtube.com/channel/UC0yASYVqXQnf5XSoMHnLE4g…) y echadle un vistazo.