¿Qué es necesario para hacer un buen trabajo? o ¿qué debemos enseñar
hoy en día los profesores?
Con la entrada del Plan Bolonia
se proponen las competencias como índices que deben guiar las estrategias
educativas de los asignaturas con el fin de acercar más el mundo universitario
al laboral.
Se trata de que nuestras
enseñanzas no sean un fin en sí mismas, sino un medio para adquirir
conocimientos y destrezas que el profesional debe utilizar en su quehacer
diario.
Siguiendo este principio los
contenidos y los métodos pedagógicos que utilizamos tanto en la enseñanza como
en la evaluación de las mismas debe permitirnos, por un lado dotar al alumno de
estas competencias y, por otro, elaborar un sistema de evaluación que nos
permita discriminar si el alumno las ha adquirido o no. Si bien es verdad, que
no debemos cargar las tintas en detectar al que no alcanza un nivel, sino
ayudarle a que lo alcance o, como dice Manolo (un psicopedagogo famoso por sus
"métodos innovadores" de enseñanza), "menos pesar al pollo y más darle grano"
Siguiendo a Pereda, Bernal y
Alonso (2011) podemos diferenciar 5 tipos de competencias. La importancia de
esta clasificación radica en que cada una precisará de un sistema de
enseñanza/aprendizaje/evaluación propio.
La primera competencia es SABER, es decir, contar con unos
conocimientos propios de la materia. Para ello, el profesor aporta un material
teórico que el alumno deberá aprender y que se evaluará a través de
cuestionarios (tipo test, preguntas cortas o de desarrollo). Adquirir conocimientos
significa memorizar. A pesar de la "mala prensa" que esta capacidad
cognitiva tiene en los medios educativos (lo contrario que en los gerontológicos),
es indiscutible que lo que diferencia a un profesional de un lego en una
materia es el conocimiento que se tiene de la misma. Si bien es cierto que hoy
en día la memorización es menos necesaria gracias a esa "gran memoria
externa" llamada internet, el ejercicio de memorizar es indispensable,
primero porque sobre algún material debemos volcar nuestras destrezas (un mejor
albañil no es capaz de hacer una buena mezcla si no tiene los ingredientes), en
segundo lugar porque memorizar nos cambia, nos hace lo que somos y en último
lugar porque desarrolla una competencia: la constancia, la perseverancia.
La segunda competencia es SABER HACER, es decir, contar con la
capacidad de aplicar esos contenidos aprendidos a problemas concretos. Esta
combinación de habilidad y destreza se aprende/evalúa a través de análisis de
casos y de las prácticas individuales o grupales. Algunas de estas prácticas
las elaborará el alumno fuera de clase, otras requerirán la asistencia a las
mismas.
Una tercera competencia es el SABER ESTAR. Tanto como alumno, como como
trabajador/ emprendedor, el trabajo se realiza en el seno de un grupo (empresa,
organización). Ello requiere adaptarse a la cultura y las normas de estas estructuras.
Esta cualidad es más intrínseca al sujeto y se adquiere en ambientes externos
al académico, sin embargo, en éste podemos fomentar su adquisición modelando y moldeando las
intervenciones (el comportamiento) en el aula y en las prácticas grupales. Esta
evaluación cualitativa, irá acompañada de una cuantitativa a través de la
evaluación de rendimiento entre iguales de ciertas habilidades.
Llegamos a la competencia de QUERER
HACER, es decir, estar motivados. Esta actitud depende, en parte , de la
elección, que haya hecho el alumno, de una carrera acorde con sus intereses
(Confucio dijo: "Elige
un trabajo que te guste y no tendrás que trabajar ni un día de tu vida.") y, en parte, de la labor
que haga el profesor de métodos para conseguir crear esa actitud. En este caso
será el alumno quien aporte una evaluación de los aspectos positivos y
negativos de la docencia. Esta valuación servirá al profesor de feedback, pero,
a la vez, comprometerá al alumno en el funcionamiento de la clase y en su
propio aprendizaje.
La última competencia es PODER HACER. Esta competencia tiene un
doble sentido, el primero (externo al alumno) se refiere a contar con los
medios y recursos necesarios. Más que labor del profesor, es labor de la
institución educativa dotar de estos medios. La segunda acepción (interna) hace
referencia a la personalidad del alumno. Este debe descubrir si su capacidad
personal (aptitudes y rasgos) son acordes con las competencias que le exige el
trabajo, el perfil profesional. Una orientación del profesor (sincera y
valiente) no está de más.
Reunir todos estos elementos nos
asegurará que en el alumno se encuentran dos elementos esenciales para realizar
un trabajo eficiente en un futuro: la PROFESIONALIDAD
y la VOCACIÓN. Más adelante, el
alumno deberá descubrir si ha adquirido un tercer elemento: la PASIÓN que engloba el "querer
saber" constante e inagotable y el "saber querer" como guía de
sus actuaciones.
Bueno, en primer lugar, y por alusiones, me gustaría dejar claro dos cosas: La primera que me consta que eres un excelente docente, muy dedicado a pensar y reflexionar cómo hacer lo mejor para su alumnado con lo cual para mí, como profesional - y aunque seas psicólogo jajajaja- ya tienes todos mis respetos y el cielo ganado ;)
ResponderEliminarEn segundo lugar, decirte que como sabes, muchos puntos de vista no los compartimos (aunque muchos otros sí).
Dicho esto, solo aportar que el saber -a secas- no se construye memorizando apuntes ni libros si no usándolos en ese saber hacer, saber estar, querer hacer y poder hacer que comentas. Y para eso el profesorado debemos demostrar a nuestro alumnado que los conocimientos, la teoría, tiene utilidad para ayudarles a resolver los problemas que se le den en la práctica.
Cosa que como tu y yo sabemos, por desgracia, dista mucho de lo que pasa en nuestras aulas. En las que generalmente, nuestro alumnado tiene que meterse entre "pecho y espalda" generosas dosis de apuntes a cual de ellas más inútiles para su ejercicio profesional ;)
De nuevo, enhorabuena por el blog y el post ;)