Cuando comienzo
un curso sobre intervención en
catástrofes, siempre empiezo gastando una broma al alumnado: pregunto si entre
ellos se encuentra el delegado del gobierno. Ante la incertidumbre causada,
sigo preguntando por el consejero de seguridad ciudadana, el director general
de protección civil… siempre obtengo la misma respuesta: “ni están, ni se les
espera”.
Esto mismo me ha ocurrido con un
curso reciente sobre “medidas para evitar los conatos de violencia en el ámbito
sanitario”: ¿el director provincial del INGESA?, ¿el gerente del hospital?, ¿el
jefe de servicio de urgencia? Idéntico resultado. El auditorio está formado por
personal de base (parece ser que los demás cargos ya saben todo del tema).
Acabado estas preguntas comienzo
el curso. En el trascurso del mismo vamos descubriendo que muchas de las
medidas “realmente eficaces” para paliar esos conatos violentos requieren de la
intervención/toma de decisiones de alguno de los personajes/puestos ausentes.
La formación , qué duda cabe, es
necesaria, pero supone, en el mejor de los casos una prevención terciaria, una dotación de armamento cuando la guerra
ya ha comenzado, la administración de medicamento cuando ya se hace evidente la
enfermedad.
Todo ello supone de una gran
inversión (económica-temporal) para unos resultados dudosos (dependerá de las
habilidades del formador, del carácter práctico-aplicable del contenido, de la
voluntad-motivación del alumno…).
Desde mi doble rol de
consultor/formador me atrevo a proponer algunas medidas alternativas que
deberían adoptarse para eliminar/disminuir esos actos de agresividad de los
usuarios. Pero antes me permitirán describir una situación vivida recientemente
(estoy seguro que muchos se sentirán identificados experimentando un dejá vu).
«Un familiar es ingresado por
urgencias, dentro lleva media hora. Tú, prudente, esperas en la sala al uso
(mientras otros familiares de otros enfermos permanecen en el hall donde un
cartel advierte “NO permanecer en este lugar”.
¿Cómo estará mi familiar?- es la
pregunta que te haces constantemente. Te acercas a recepción: hay 5
auxiliares/celador@s más un/a administrativ@, sentados, charlando. Apenas si se
fijan en ti. Te mueves, toses, ¿seré invisible?. Sigues sin saber nada de tu
familiar enfermo.
Se monta un revuelo en el interior,
en ese momento se abre la puerta corredera. La gente se asoma: Parece ser que
una enferma que esperaba a ser atendida se ha desmayado. La recogen del suelo
otros enfermos.
No sabes si debes seguir esperando,
si puedes irte a comer (son las 16 hs), si tu familiar será ingresado (en ese
caso hay que organizar turnos de vela/acompañamiento en planta), si está en
observación o si lo van a sacar en silla de ruedas y dejarlo en el citado hall
con el impreso de alta en las manos.
Cada vez que se abre la puerta de
acceso a los box los familiares hacen amago para entrar o echar una ojeada (por
si encuentran a su enfermo en alguna camilla o caída en el suelo). Junto a la
puerta, bajo el letrero de “NO obstruya el cierre de la puerta” un avispado
coloca el pie con disimulo, así que la puerta hace intentos fallidos de
cerrarse. El avispado presenta una sonrisa burlona de que-listo-soy.
Finalmente, un poco por tu estado
interno y un poco por contagio del estado agitado de otros, te acercas al
administrativo que no te mira parapetado tras el cristal que te obliga a
agacharte para hablar por la rendija (o al micrófono) y empiezas a perder los
papeles. Es aquí cuando lo aprendido en el curso podría ser útil (habilidades
de comunicación).»
Pero rebobinemos: 5 minutos después
de entrar en urgencias tu familiar un/a celador/a; auxiliar de clínica, ATS o
médico o un personal ad hoc (v.g. psicólogo) sale a la sala de espera y, ya en
ella, pregunta por los familiares del enfermo. Una vez identificados, los
aparta hasta un lugar más privado, informa de lo que se va a hacer al enfermo.
De forma paralela el jefe del
servicio prohíbe que 5 auxiliares/celador@s más un/a administrativ@ estén
sentados/semitumbados en los sillones de la recepción a la vista de los
usuarios mientras charlan alegremente.
Previamente, el gerente del
hospital crea un “círculo de calidad” (como gerente conocerá esta y otras
técnicas) para conocer propuestas desde
distintos niveles.
Y si todo esto no es suficiente,
proponga un curso… al que asistan el gerente, el director, …
Pena que nunca ocupen esos puestos que mencionas ningún personaje al que se le pase por la cabeza algo ni remotamente parecido. Ellos tienen cosas "más importantes" en que pensar o a que dedicarse.....Suiza en el pensamiento.
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